martes, 14 de mayo de 2013

1916

22 de enero. (Villa Pauline, Bandol). Ahora, en realidad, ¿qué es lo que quiero escribir? Me pregunto, ¿soy menos escritora de lo que solía ser? ¿Es mi necesidad de escribir menos urgente? ¿Me sigue pareciendo natural continuar con esta forma de expresión? ¿Ha sido suficiente el lenguaje? ¿Deseo algo más que relatar, que recordar, que tranquilizarme?

Hay momentos en que estos pensamientos me medio asustan y casi me convencen. Me digo: estás ahora tan llena de ti misma, del placer de estar viva, de vivir, de aspirar a un mayor sentido de la vida y de un amor más profundo que se te ha consumido lo otro.

Pero no, en el fondo no estoy convencida pues en el fondo mi deseo de escribir nunca ha sido tan ardiente. Solo la forma que escogería para hacerlo ha cambiado totalmente. Ya no me preocupa la misma apariencia de las cosas. Las personas que vivieron y que yo deseaba llevar a mis relatos me dejan perfectamente fría. No pongo en duda que todas estas personas existen y que todas sus diferencias, complejidades y resoluciones son verdaderas para ellos, pero ¿por qué debería yo escribir sobre ellos? No los siento próximos. Se han cortado completamente todos los falsos hilos que me vinculaban a ellos.

(...) También quiero escribir poesía. En el umbral de la poesía me encuentro siempre temblando. El almendro, los pájaros, el pequeño bosque donde estás tú, las flores que no ves, la ventana abierta a la que me asomo, y donde sueño que te tengo apoyado en mi hombro, y las veces en que tu foto "parece triste". Pero sobre todo te quiero escribir un tipo de elegía larga... tal vez no en verso. Quizás, tampoco en prosa. Casi seguro será un tipo de prosa especial.

Y por fin quiero escribir una especie de libro de notas mínimas, para que se publique algún día. Eso es todo. Nada de novelas, ni relatos de problemas, nada que no sea simple, abierto.


Extracto del Diario de Katherine Mansfield, (DeBolsillo, 2011)




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