jueves, 8 de octubre de 2015

El primer hombre


“Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de nacimiento de su padre, percatándose entonces de haberla ignorado. Después leyó las dos fechas, «1885-1914», e hizo maquinalmente el cálculo: veintinueve años. De pronto le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. El tenía cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él.


Y la ola de ternura y compasión que de golpe le colmó el corazón no era el movimiento del ánimo que lleva al hijo a recordar al padre desaparecido, sino la piedad conmovida que un hombre formado siente ante el niño injustamente asesinado, algo había ahí que escapaba al orden natural y, a decir verdad, ni siquiera tal orden existía, sino sólo locura y caos en el momento en que el hijo era más viejo que el padre. La sucesión misma del tiempo estallaba alrededor de él, inmóvil, entre esas tumbas que ya no veía, y los años no se ordenaban en ese gran río que fluye hacia su fin. Los años no eran más que estrépito, resaca y agitación, y Jacques Cormery se debatía ahora presa de angustia y piedad. Miraba las otras lápidas del entorno y reconocía por las fechas que ese suelo estaba sembrado de niños que habían sido los padres de hombres encanecidos que creían estar vivos en ese momento".

Fragmento de El primer hombre, Albert Camus 

jueves, 10 de septiembre de 2015

Los burros de Pilar Cortés

Azul vuelve y traza la línea. Calma. Verde. El borde de la línea traza: las orejas largas como el cielo que lo abarca. Vuelve verde y recorre el pelaje suave. Traza el negro y dibuja, raya, raya esos ojos. Dibuja esos ojos que te miran, más allá del instante en que te miran. Negro profundo traza la línea directo al corazón. Vuelve y esos ojos repliegan lo que no se dice: la cautela de ser burro y bello.

Verde. Verde. Blanco. Pasta lo que la línea trae con sutileza y vuelve el trazo a los naranjas. Andar así, con calma de burro. Violeta, lila arman la trama que orejas, ojos, rabo, morro y vientre salvaje la línea desarma. Porque los burros aman y resisten quizás más que lo que sueñan. Blanco, colorado, y finita la línea se vuelve para delimitar la exactitud de los crines. ¿Flores pastan? Cierta ternura, esos ojos descubren cuando sin querer negro apenas blanco trazan.

Blanco, negro las flores carga y pasta mientras rebuzna y ágil sombra de grises sus patas andan. Patas de burro, que pueden cruzar el mundo.

Cabeza adelante y verde. La trama se vuelve tupida como el pelaje que al tocarlo, suave, eriza la mano que traza.

Mordisco y arranca una parte de la verdad: andar con calma de burro, queriendo ser nada más que burro.

Una larga vida, dicen, los burros aman.


Mariana Chami
agosto 2015






sábado, 13 de junio de 2015

Los libros y la conversación

"Ante la disyuntiva de tener tiempo o cosas, hemos optado por tener cosas. Hoy, es un lujo leer a Sócrates, no por el costo de los libros, sino del tiempo escaso. Hoy, la conversación inteligente, el ocio contemplativo, cuestan infinitamente más que acumular tesoros culturales. Hemos llegado a tener más libros de los que podemos leer".

Fragmento del texto Los libros y la conversación, del libro Leer, de Gabriel Zaid