viernes, 23 de septiembre de 2011

subrayado I

     "Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
    Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.
    Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca.
    Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice:
    -Son como las cuatro de la tarde."

 "Nos han dan dado la tierra",  del libro El llano en llamas, Juan Rulfo (1953)





martes, 20 de septiembre de 2011

Algunos mercados


Intercambio de canela y durazno, con un poco de café, queso y pescado. Aromas y recorridos envuelven el paso lento y el ojo de la cámara. ¿Qué es lo que cautiva sino los colores? Parece ser la forma precisa y el orden, justo uno debajo del otro. Hacia arriba cuelgan los jamones, salamines y conservas. ¿Estás conmigo todavía? El carro de madera, descansa sobre el afiche de apertura: Mercado Municipal, abierto sólo por hoy. 
Sólo para mí, pienso, que estoy de paso por estos lados. Y el chico me ofrece la dulzura del mango y la papaya, para dejarme sola con la acidez del maracuyá. Las mandíbulas se acurrucan frente al estallido de sabor. El descosido dobladillo de mi pantalón sobre los charcos de lavandina que inundan el piso del mercado. Y entonces aparecen las calabazas y los pimientos. ¡Cuanta abundancia de colores! Otra vez los cajones, canastos y cajas en su perfecto orden. No estás en los ruidos del mercado. Ya te fuiste. Lo sé por la quietud de la balanza y también por eso que nadie se anima a probar.  
                                                                                             
 
                                               
El cartel luminoso centellea: no  hay nada más para ver.

martes, 6 de septiembre de 2011

El amor es esto por Liliana Bodoc

 
¡Una los puntos de esta poesía y encontrará una máquina de coser que ocupa media cocina!

“El amor es esto”, poesía para chuparse los dedos y también para encaramarse en las cimas humanas.
Lo dice la poeta “Tengo hambre y un dilema”

Leer y releer este libro me produjo la sensación de estar ante una naranja partida al medio. Una mitad “Nada fuera de nosotros”. La otra mitad “En el haz de la linterna”
Dos partes autónomas y, sin embargo, unidas por el aroma. Unidas también por el pellejo blanco, el amargo, el indispensable para sostener la unidad de la fruta.

“El amor es esto” propone un espacio de significados ambiguos y deshace las definiciones tranquilizadoras.
El amor es “esto”, ni más ni menos, lo único posible, lo que se salvó de la tempestad. Y porque es “esto” se hace contundente, apto para ser ofrecido y aceptado. 

No sé si acordarán conmigo, pero es solo decir “El amor es esto” y se ve la gestualidad que acompaña tal afirmación: Una mujer abriendo el cuenco de sus manos para mostrarnos, ¿ves?, es esto.

Celebro este libro, esta poesía que se entromete con el gran tema de un modo renovado y límpido.

Dicen las mujeres y los hombres de sabiduría que nos toca decidir entre el amor y el poder, enorme decisión para siempre.
Este libro se hace cargo y decide.
Claramente no lo digo por la temática, no solo por la temática.
Lo digo, en especial, por la estética de la poeta, alejada de todo autoritarismo, desprovista de doctrinas y, a cambio, plena de verdades.

Leer “El amor es esto” fue para mí como apretar las manos contra una taza caliente y sorber, sorber el alimento sustancioso antes de salir al mundo.

¡Una los puntos de esta poesía y escuchará carcajadas por las ollas quemadas, entenderá el alemán gótico, olerá té de manzanilla a gotas y tocará fantasmas..!
¡Una los puntos y obtendrá, al mismo tiempo, el silencio del ombligo y la música del lenguaje!

Somos mejores por esto.

Liliana Bodoc (mayo 2011)

lunes, 5 de septiembre de 2011

más

así va el viento


 
             lo que vemos
y lo que no



               






                                                                                                      una sorpresa cada día

giraluna


                                                                                         en Capilla

El amor es esto por Andi Nachon


Iluminar, hablar, ver:

Nadie se da cuenta
hasta que el retrato
sin querer lo muestra”


El amor es esto: esas lucecitas que se dejan en los cuartos infantiles, por la noche, casi una brújula para que la oscuridad no gane los sueños.  Y la vivencia de lo oscuro tiene tanto que ver con el tiempo sin tiempo de la conciencia: un territorio donde arriba-abajo, adelante-atrás dejan de ser coordenadas, cuando a la búsqueda o a la espera vamos. O yacemos. Una cabeza que caza historias en ese mecanismo de pregunta constante que es, y hace, a nuestras formas de hilar la experiencia. “¿Qué creías / que podías heredar / tan solo aquello que llaman sangre?


Sí, el amor sucede así: esa mano enciende una luz posible y, Mariana Chami tal vez diría, abre mundo / el instante exacto. Una zona sin hitos de pronto se despliega en espacio iluminado. Ese “más bien / develar el misterio / para revelar otro” que funciona a manera de faro para esta voz poética.


Como esa mano que deja en la noche una lamparita encendida, este libro hace que exista el haz de una linterna. Al vilo de su luz pálida transcurre un acontecer delicado. Cada poema da un pequeño salto, ir al encuentro de ese algo que late más allá del poema mismo. Cuando leemos, incesantemente se instala un fuera de cuadro, un leve desajuste de foco, se da luz por fragmentos, se deja a oscuras una estructura mayor que se intuye detrás. O alrededor. En el origen y en el fin de los poemas: “un corazón apretujado” o esa “pausa exacta / o no/ quién sabe”.  Por eso es necesario hablar, “volver a descubrir / los enigmas familiares / que perduran en mi cuerpo” asume las voz y se atreve al intento de una arqueología completa de la historia o al primer plano de esos labios que no ensayan ni una vez lo que confiesan.


Ante esto, pareciera que las experiencias a las que se intenta dar voz se fugaran, escaparan hacia delante o, a veces, se esfumaran hacia atrás. Dice: “un movimiento hacia atrás / y así como el cangrejo / quedo perpleja ante el regreso de nadie”. Una y otra y otra vez la voz va al encuentro de eso que no se logra aprehender, igual que en el juego de las burbujas y el deseo de atraparlas en el aire, al momento de tenerla entre las manos la burbuja ya no es. O: “como una linterna / que se apaga y se prende / cuando más la necesitás.”


Así, el ahora del amor es también el antes de otros amores que signan el propio cuerpo, la necesidad de nombrar. A veces, amar hoy, o ser quien enciende la luz para otro, permite rever la saga familiar: una madre ha parido madre. Otras, una imposibilidad actual resuena en aquellas imposibilidades que nos precedieron. No sólo sangre trata aquello que se hereda, por eso es preciso reconocer y aceptar: “lo que no hablan / se cierra / y no regresa / nunca / de la misma forma.”


Lo cotidiano es un rayo, su irrupción da luz, estruendo, arma esta extraña constelación propuesta por el libro de Mariana Chami. Bajo su reino se resignifican sucesos, el traspié de una espina hace al ahogo del presente, signa a la niña que enuncia a veces el cuerpo y la biografía de la mujer. Así, un linaje de damas fuertes escapa a los horrores de la historia. – ¿Es eso un origen?– podría preguntarse el yo de estos poemas. También se desliza la voz del misterio en el hombre de los discos y su partida como una respuesta que no termina de llegar. Por momentos,  el pasado pareciera instalar el lugar del inicio. Por momentos,  el presente es puro estado de inicio: “Sucio / punto de partida / el nuestro / quiebre del tiempo”.

A la manera de las películas de Ozu, el tiempo se dilata, se detiene o cruza en centella para acelerarse un momento y luego congelar una escena. Son eternas las arrugas en los ojos del amado, también es eterna esa dureza vuelta bien de familia. Un asunto de tiempo y destiempo, develar los enigmas entre dos, y nada y todo fuera de ellos, o revelar un instante la historia que nos conformó: “ no hay ficciones verdaderas / sólo quedan estrategias / para andar”.


El amor es esto: constelación de lucecitas tenues que titilan, nos atraen y luego se apagan. Para encenderse de pronto en otra posición, en otro lado. Si tuviera que pensar un trazo para este libro, elegiría esa forma sin límites precisos que hacen las madejas. Lana en las manos, cierta entrega absoluta durante la infancia, desmadejar, desembrollar y a la vez estar enredando. Porque estos materiales se alían unos con otros, se revelan, cobran otras texturas que a veces niegan cualquier orden. Ese todo sin forma y sin fronteras que es el amor: el gesto íntegro de la voz poética al atreverse, cada vez, a mirarlo. A no querer escapar / ni una vez / de lo que toca.

Andi Nachon (mayo 2011)

El sillón rojo



Fácil es no darse cuenta
de algunos detalles simples
tal vez
que los labios han dejado
de moverse como antes
sin formar ni un beso
siquiera

aun si encontrara el gesto aquel
que conocimos una tarde
mientras el libro caía
a la vereda o al colchón
no podría decir
las mismas palabras
que pronunciaron
te entiendo

si el calor
nos sofoca de tal manera
que ya no queda nada fuera de nosotros
entonces podés irte
lejos
tanto como puedas
porque es igual
aquí y allá
en cualquier isla

a veces el dolor
está ahí
acostumbrado
es abandono y es
extraño que te vayas
siempre al mismo sitio
como si no existiera
más que lo cierto entre nosotros

entonces otra vez
vuelvo a recorrer la casa
el sillón rojo
sus pliegues
y todo lo que somos

como dijiste
el amor es esto
y nada más.

                    de El amor es esto (Ediciones del Dock, 2011)