martes, 20 de septiembre de 2011

Algunos mercados


Intercambio de canela y durazno, con un poco de café, queso y pescado. Aromas y recorridos envuelven el paso lento y el ojo de la cámara. ¿Qué es lo que cautiva sino los colores? Parece ser la forma precisa y el orden, justo uno debajo del otro. Hacia arriba cuelgan los jamones, salamines y conservas. ¿Estás conmigo todavía? El carro de madera, descansa sobre el afiche de apertura: Mercado Municipal, abierto sólo por hoy. 
Sólo para mí, pienso, que estoy de paso por estos lados. Y el chico me ofrece la dulzura del mango y la papaya, para dejarme sola con la acidez del maracuyá. Las mandíbulas se acurrucan frente al estallido de sabor. El descosido dobladillo de mi pantalón sobre los charcos de lavandina que inundan el piso del mercado. Y entonces aparecen las calabazas y los pimientos. ¡Cuanta abundancia de colores! Otra vez los cajones, canastos y cajas en su perfecto orden. No estás en los ruidos del mercado. Ya te fuiste. Lo sé por la quietud de la balanza y también por eso que nadie se anima a probar.  
                                                                                             
 
                                               
El cartel luminoso centellea: no  hay nada más para ver.

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