lunes, 5 de septiembre de 2011

El amor es esto por Andi Nachon


Iluminar, hablar, ver:

Nadie se da cuenta
hasta que el retrato
sin querer lo muestra”


El amor es esto: esas lucecitas que se dejan en los cuartos infantiles, por la noche, casi una brújula para que la oscuridad no gane los sueños.  Y la vivencia de lo oscuro tiene tanto que ver con el tiempo sin tiempo de la conciencia: un territorio donde arriba-abajo, adelante-atrás dejan de ser coordenadas, cuando a la búsqueda o a la espera vamos. O yacemos. Una cabeza que caza historias en ese mecanismo de pregunta constante que es, y hace, a nuestras formas de hilar la experiencia. “¿Qué creías / que podías heredar / tan solo aquello que llaman sangre?


Sí, el amor sucede así: esa mano enciende una luz posible y, Mariana Chami tal vez diría, abre mundo / el instante exacto. Una zona sin hitos de pronto se despliega en espacio iluminado. Ese “más bien / develar el misterio / para revelar otro” que funciona a manera de faro para esta voz poética.


Como esa mano que deja en la noche una lamparita encendida, este libro hace que exista el haz de una linterna. Al vilo de su luz pálida transcurre un acontecer delicado. Cada poema da un pequeño salto, ir al encuentro de ese algo que late más allá del poema mismo. Cuando leemos, incesantemente se instala un fuera de cuadro, un leve desajuste de foco, se da luz por fragmentos, se deja a oscuras una estructura mayor que se intuye detrás. O alrededor. En el origen y en el fin de los poemas: “un corazón apretujado” o esa “pausa exacta / o no/ quién sabe”.  Por eso es necesario hablar, “volver a descubrir / los enigmas familiares / que perduran en mi cuerpo” asume las voz y se atreve al intento de una arqueología completa de la historia o al primer plano de esos labios que no ensayan ni una vez lo que confiesan.


Ante esto, pareciera que las experiencias a las que se intenta dar voz se fugaran, escaparan hacia delante o, a veces, se esfumaran hacia atrás. Dice: “un movimiento hacia atrás / y así como el cangrejo / quedo perpleja ante el regreso de nadie”. Una y otra y otra vez la voz va al encuentro de eso que no se logra aprehender, igual que en el juego de las burbujas y el deseo de atraparlas en el aire, al momento de tenerla entre las manos la burbuja ya no es. O: “como una linterna / que se apaga y se prende / cuando más la necesitás.”


Así, el ahora del amor es también el antes de otros amores que signan el propio cuerpo, la necesidad de nombrar. A veces, amar hoy, o ser quien enciende la luz para otro, permite rever la saga familiar: una madre ha parido madre. Otras, una imposibilidad actual resuena en aquellas imposibilidades que nos precedieron. No sólo sangre trata aquello que se hereda, por eso es preciso reconocer y aceptar: “lo que no hablan / se cierra / y no regresa / nunca / de la misma forma.”


Lo cotidiano es un rayo, su irrupción da luz, estruendo, arma esta extraña constelación propuesta por el libro de Mariana Chami. Bajo su reino se resignifican sucesos, el traspié de una espina hace al ahogo del presente, signa a la niña que enuncia a veces el cuerpo y la biografía de la mujer. Así, un linaje de damas fuertes escapa a los horrores de la historia. – ¿Es eso un origen?– podría preguntarse el yo de estos poemas. También se desliza la voz del misterio en el hombre de los discos y su partida como una respuesta que no termina de llegar. Por momentos,  el pasado pareciera instalar el lugar del inicio. Por momentos,  el presente es puro estado de inicio: “Sucio / punto de partida / el nuestro / quiebre del tiempo”.

A la manera de las películas de Ozu, el tiempo se dilata, se detiene o cruza en centella para acelerarse un momento y luego congelar una escena. Son eternas las arrugas en los ojos del amado, también es eterna esa dureza vuelta bien de familia. Un asunto de tiempo y destiempo, develar los enigmas entre dos, y nada y todo fuera de ellos, o revelar un instante la historia que nos conformó: “ no hay ficciones verdaderas / sólo quedan estrategias / para andar”.


El amor es esto: constelación de lucecitas tenues que titilan, nos atraen y luego se apagan. Para encenderse de pronto en otra posición, en otro lado. Si tuviera que pensar un trazo para este libro, elegiría esa forma sin límites precisos que hacen las madejas. Lana en las manos, cierta entrega absoluta durante la infancia, desmadejar, desembrollar y a la vez estar enredando. Porque estos materiales se alían unos con otros, se revelan, cobran otras texturas que a veces niegan cualquier orden. Ese todo sin forma y sin fronteras que es el amor: el gesto íntegro de la voz poética al atreverse, cada vez, a mirarlo. A no querer escapar / ni una vez / de lo que toca.

Andi Nachon (mayo 2011)

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