jueves, 18 de abril de 2013

La pequeña voz del mundo

¿Cómo empieza un poema?, me suelen preguntar; empieza con una frase, suelo responder; o cuando ella me encuentra, por accidente diría, entonces el poema se resuelve, halla su sentido y su cauce. Porque trina un pajarito, porque un vecino dice algo en la vereda, porque el libro que leo me la dio; cualquier cosa puede ser la puerta, la frase de una imagen, la de una cadencia donde habla la voz; desarrapada, incompleta, vulgar, en litigio con el tiempo por su salvaje estado presente que hace del pasado anónimo vida, y no historia oficial, y que asegura mi propia vida viviente fuera de los mapas que de inmediato me borrarán de esa historia.

Así entro, como lectora, a los libros que amo; o a las películas, a las esculturas -fijas, pero mi mirada en movimiento-, a los paisajes de Van Gogh -cada pincelada, una frase-, a la música de Haydn o de Nick Cave... Como una bárbara asaltada por la frase que lleva dentro de sí un mundo desplegado por otra frase, y otra y otra volviendo viviente lo que leo, lo que veo, lo que oigo, constantemente amenazado por el horror al  vacío del sin sentido, que organiza de modo incesante nuevos sentidos desde aquella anonimia donde múltiples sujetos, sin poder alguno, lo experimentaron en la voz y lo marcaron en la lengua que con ellos hablo.

Fragmento de "La frase" en el libro La pequeña voz del mundo, de Diana Bellessi, Editorial Taurus (2011)

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