
jueves, 22 de septiembre de 2016
martes, 28 de junio de 2016
Las otras islas
Para
contar esta historia me gustaría volver a tener trece años, volver a esos días
en los que no me interesaba la política ni la manera en que estaba dividido el
mundo. Mi mundo era nuestra isla en el Delta, cada día de ese verano en el que
conocí a Yagu, a Tatú y a Caroline (que, en inglés, se dice Carolain y con una
erre distinta). En esos días, los ingleses eran solo Caroline y su papá,
nuestros vecinos de la isla, no una nación que queda en otra isla muy lejana
con reyes y primeros ministros, habitantes, soldados, y la idea, compartida por
muchos, de que hay que apropiarse de partes del mundo que parecen no tener
dueño.
Yagu
y Tatú llegaron a la isla un jueves de enero, en el medio de nuestras
vacaciones de verano. Mis hermanos y el hijo del doctor se bañaban en el río,
pero a mí se me habían puesto los labios azules y mamá me había obligado a
salir del agua y acostarme al sol. Los perros corrieron ladrando al muelle de
los ingleses -le decíamos así porque era el muelle de la casa de Caroline y su
papá y yo dejé el calorcito de las maderas y me levanté para ver quién llegaba.
La colectiva aminoró la marcha y empezó las maniobras de atraque. Yagu estaba
en el techo buscando la valija entre las cajas para el almacén, las bolsas de
naranjas que la colectiva llevaba al Tigre y la torre de hueveras de cartón
llenas de huevos frescos para el papá de Caroline. Tatú apareció por la popa de
la colectiva, subió al muelle y atajó la valija que le tiró Yagu desde el
techo. Era una valija verde, grande, pero él ni se tambaleó. La atajó, la bajó
y se agachó a acariciar a los perros y a hablarles como si hubiera llegado sólo
para visitarlos a ellos.
Todos
nos quedamos mirando el desembarco de los recién llegados. Y esto fue lo que
vimos, o, mejor dicho, lo que vi yo, porque los varones nunca parecían ver las
mismas cosas que yo. Caroline apareció en el muelle en el momento en que Yagu
saltaba del techo. Y Yagu aterrizó tan cerca de ella que casi la tocaba. Por un
momento se quedaron los dos muy cerca, se miraron, se midieron, se gustaron
tanto -vi yo que no se podían mover. Después, Yagu se alejó y se rió y dijo
algo que no pude escuchar. Ella ni le sonrió. Era seca Caroline. Esa era la
palabra que usaba papá. Seca. Como todos los ingleses, decía papá. El de la
colectiva le pasó la torre de huevos a Caroline y la colectiva se alejó con su
rugido. Los chicos aprovecharon las olas para tirarse al agua otra vez, pero yo
me quedé mirando a esos tres ahí. A Caroline y a Yagu, que parecían
hipnotizados, y a Tatú, con los perros; hasta el Negro, el perro más malo, lo
saludaba como si se conocieran de toda la vida.
Ese
es el principio de la historia: Tatú, Yagu y Caroline en el muelle, el sol
caliente de enero, ella con la torre de huevos, Yagu con la valija verde, Tatú
y los perros. Estábamos a un paso del cambio más grande de nuestra vida y no
teníamos ninguna manera de saberlo.
Extracto del cuento Las otras islas, de Inés Garland (publicado en el libro Las otras islas, antología)
jueves, 31 de marzo de 2016
viernes, 25 de marzo de 2016
Erri de Luca
Soy un relator de voces
Para mí la escritura es una convocatoria de ausentes. Por ejemplo, mi padre, aunque no esté aquí, preside mi escritura. Entonces, cuando escribo convoco a estos ausentes que se fueron a esconder en otro lugar al que no puedo ir y los obligo a estar conmigo otra vez. Escribo una historia en la que ellos están por segunda vez juntos. No hay una tercera vez: la escritura cierra las cuentas con los ausentes. Hay otra posibilidad de encontrar a los ausentes, en el sueño, pero esas son visitas que no se pueden agendar. Llegan cada tanto y cuando vienen me hacen compañía por varios días. Con la escritura logro anticipar estos encuentros y hacerlos más frecuentes y que duren en el tiempo.
Nota completa: http://www.lanacion.com.ar/1880814-maximasde-un-obrero-escritor-lo-que-dejo-erri-de-luca
martes, 9 de febrero de 2016
Fuga de la muerte
Leche negra del alba la bebemos de tarde
la bebemos al medio día y de mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en los aires ahí no hay estrechez
Un hombre vive en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarita
lo escribe y sale de la casa y relampaguean las estrellas silba a sus perros aquí
silba a sus judíos allá manda cavar una tumba en la tierra
nos ordena ahora toquen música de baile
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en los aires ahí no hay estrechez
Un hombre vive en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarita
lo escribe y sale de la casa y relampaguean las estrellas silba a sus perros aquí
silba a sus judíos allá manda cavar una tumba en la tierra
nos ordena ahora toquen música de baile
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
Un hombre vive en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarita
tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una tumba en los aires ahí no hay estrechez
Grita hinquen más profundamente en el reino de la tierra los otros canten y toquen
echa mano del fierro en el cinto lo agita sus ojos son azules
hinquen mas profundamente las palas los otros sigan tocando música de baile
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarita
tu cabello de ceniza Sulamita juega con las serpientes
te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos de tarde
bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarita
tu cabello de ceniza Sulamita juega con las serpientes
Grita toquen mas dulcemente a la muerte la muerte es un maestro de Alemania
grita tañan mas sombríamente los violines luego ascenderán como humo en el aire
luego tendrán una tumba en las nubes ahí no hay estrechez
grita tañan mas sombríamente los violines luego ascenderán como humo en el aire
luego tendrán una tumba en las nubes ahí no hay estrechez
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro de Alemania su ojo es azul
te dispara con bala de plomo te dispara certero
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarita
azuza sus perros contra nosotros nos regala una tumba en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro de Alemania su ojo es azul
te dispara con bala de plomo te dispara certero
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarita
azuza sus perros contra nosotros nos regala una tumba en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro de Alemania
tu cabello de oro Margarita
tu cabello de ceniza Sulamita
tu cabello de ceniza Sulamita
De Amapola y memoria (1952). Poema de Paul Celan.
domingo, 17 de enero de 2016
CAVANTE, ANDANTE
A veces
soy la sedentaria.
Arqueóloga en mí hundiéndome
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.
Mientras me desentierro y me descifro
y recuento mi antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.
Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.
Exploradora del momento que me invade,
remo sobre mi canto suyo
rumbo al naufragio en rocas del callar,
o atravieso su repentino bosque mío
hacia el claro de muerte.
Y a extremas veces
mientras socavándome
dscubro al fondo mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,
soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.
Extraido del libro Región de fugas, de Amelia Biagioni (1995)
soy la sedentaria.
Arqueóloga en mí hundiéndome
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.
Mientras me desentierro y me descifro
y recuento mi antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.
Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.
Exploradora del momento que me invade,
remo sobre mi canto suyo
rumbo al naufragio en rocas del callar,
o atravieso su repentino bosque mío
hacia el claro de muerte.
Y a extremas veces
mientras socavándome
dscubro al fondo mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,
soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.
Extraido del libro Región de fugas, de Amelia Biagioni (1995)
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